Razones para escribir

Nos iniciamos en el mundo de la bicicleta con alforjas en Semana Santa de 2011, con un recorrido desde Valença do Miño hasta Oporto (los pormenores del viaje se pueden ver en http://www.portugalenbicicleta.blogspot.com). En esta ocasión, en julio del mismo año, decidimos repetir Portugal pero en sentido inverso, desde Lisboa hasta Oporto. Para este viaje y por esas casualidades de la vida, contamos con un gran portugués como compañero de viaje, José Saramago, ese hombre especial que a buen seguro no se equivocaba cuando decía que el afecto que los lectores le profesaban era debido a que sabían que no les engañaba, ni cuando escribía, ni cuando hablaba. Arrancamos en Lisboa desde ese olivo centenario traído de su aldea natal, Azinhaga, bajo el que reposan sus restos y llevamos en las alforjas su “Viaje a Portugal” como guía inmejorable y su “Palabras de una ciudad”, esa carta de amor dirigida a Lisboa, donde forjó su pensamiento.

jueves, 18 de agosto de 2011

De Figueira da Foz a Vagos

Viernes, 22 de julio. Figueira da Foz--Faro-Serra da Boa Viagem-Quiaios-Lagoas-Mata Nacional das Dunas de Quiaios-Praia de Mira-Barra de Mira-Vagueira-Vagos

Desayuno frugal. Uno no acaba de estar bien. Todo parece indicar que la salsa que acompañaba la merluza en la cena del hotel Flora de Monte Real no nos sentó muy bien. A la vista de ello, uno opta por comenzar hoy la jornada motorizado, haciendo las veces de coche escoba y que sean las tres chicas las que comiencen la etapa pedaleando. Antes de salir le compramos unas gafas de ciclista a Teresa como regalo de cumpleaños, que recibe con auténtico entusiasmo. Eso, unido a la instalación de un flamante cuentakilómetros en su bicicleta le da una euforia añadida para enfrentarse a la etapa.

La salida, recorriendo la extensísima playa de Figueira da Foz, resulta verdaderamente deliciosa hasta doblar el cabo Mondego, pero la cosa comienza a complicarse desde el faro, en el que arranca la dura subida hasta Serra da Boa Viagem, aunque por fortuna no demasiado larga. Uno ve la cosa con menos dolor cuando sube motorizado. Saramago me comenta en el coche mientras ascendemos por la serpenteante sierra de Buarcos que “es un tanto exagerado darle ese nombre a un monte de poco más de doscientos metros, pero como asciende con prisa y está al pie del mismo mar, gana en grandeza”. Y es verdad. Una vez coronado el ascenso, el duro recorrido se convierte en un agradable paseo por medio de un paraje natural sin apenas alteraciones humanas.

Un suave descenso por una carretera sinuosa, bien asfaltada y sin tráfico, desemboca en Quiaios, un buen sitio para reponer fuerzas y el tornillo de las gafas de Lola que se ha perdido. De allí, la carretera que conduce a la playa de Mira, pasando por las Lagoas es una carretera con un firme un tanto irregular, pero prácticamente sin circulación y entre árboles. Una delicia cicloturística que las pedaleantes y uno mismo disfrutan con intensidad hasta  que se complica de forma salvaje en los ocho últimos kilómetros (desde el cruce de Palheirao,) por culpa del catastrófico estado del asfalto que hace de la carretera un camino impracticable.

Uno espera con ansiedad la llegada de las maltrechas aventureras poco después del camping Orbitur, en un área de recreo de la relajante Lagoa de Mira. Chus llega muy perjudicada porque el traqueteo ha hecho aflorar dolorosamente su lesión en las cervicales. Apenas se queja, pero la violencia del último tramo le ha robado el campanilleo que venía luciendo todo el día. Le ha cambiado el semblante y ha enmudecido. Se percibe a las leguas que está muy tocada. Sólo le falta llorar. Teresa le ayuda a hacer unos ejercicios de relajación para aliviar el dolor de cuello, que no logran solucionar del todo el problema pero se aprecia que lo alivian parcialmente.

Poco a poco recupera el habla y al cabo de un rato nos sentamos en una mesa a dar buena cuenta del melón, las uvas y las peras que hemos comprado en Quiaios. Nos lo tomamos con tranquilidad. Después, Lola y Teresa continúan la marcha y nosotros metemos la bici de Chus en el coche para hacer el último tramo hasta Vagos. El hotel Santiago en Vagos en un dos estrellas muy digno (Rua Padre Vicente María da Rocha, 20, tel.: 234793786, 50 € la doble). Sin grandes detalles, pero cómodo, limpio, funcional y magníficamente atendido por José Fernándes (cuando se presenta nos dice con un puntito de orgullo que en Portugal hay una especie de convencimiento colectivo de que todos los josés son buena gente). Este José al menos no desaprovecha ninguna oportunidad para agradar a los clientes, darles la información que precisen, sacarles de dudas, recomendarles lugares para ver o solucionarles cualquier problemilla que se les plantee.

A nosotros nos recomienda ir a cenar a un sitio a cincuenta metros que se llama Ferradura. Es una cafetería muy normal, pero nos atiende una chica muy maja, que nos sirve unos frangos muy ricos con ensalada y patatas fritas y todo muy bien de precio (26 euros, postre incluido). Al terminar de cenar Teresa nos invita a unos oportos para celebrar su cumpleaños.

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